Dos monjes budistas estaban paseando fuera del monasterio. Uno era un viejo maestro de aproximadamente unos noventa años y el otro eran un principiante joven. Al arribar a la orilla de un río lo notaron crecido y encima sin bote, no quedaba otra que cruzar en vado. Al lado de la corriente había una joven hermosa que les dijo:
“Miren, maestros, está todo inundado. Por favor, ¿me ayudarían a atravesar la corriente?”
El joven monje estaba horrorizado ante el hecho de tener que tocarla para atravesar el charco, pero el viejo con calma la levantó en sus brazos y la cruzó a través de la corriente. Cuando llegaron al otro lado del arroyo, él la dejó y los dos monjes continuaron caminando. El joven no podía dejar de pensar en este incidente y finalmente le dijo al más viejo:
“¡Maestro! Usted sabe que hemos jurado abstinencia. No nos permiten tocar una joven hermosa así. ¿Cómo pudo usted tomar a esa joven hermosa en sus brazos y dejarle poner sus manos alrededor de su cuello, sus pechos rozando su tórax y cruzar con ella a través de la corriente de ese modo?”
A lo que el anciano le contestó:
“¡Hijo mío, yo ya la solté, usted todavía la carga!”
Reflexión:
Hacer lo que hay que hacer en esos momentos inesperado dando prioridad a lo importante siempre con un corazón pulcro y compasivo.
Por otro lado nos deja pensando sobre el juicio que podemos hacer de un comportamiento ajeno sin comprender al otro en su totalidad.
Foto: Wouter De Jong (Pexels)
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