En esta historia con moraleja hay un maestro zen y un discípulo con deseos de aprender de la vida. El maestro lo llevó a recorrer los pueblos más cercanos, ya que los grandes secretos de la vida se encontraban recorriendo el camino.
Caminaron por diferentes lugares y una de esas noches a lo lejos se vislumbraba una casa, cuando llegaron al lugar dieron con un terreno árido, la casita era muy humilde y precaria, el maestro decidió acercarse para pedir comida y poder allí dormir esa noche. La sorpresa fue ver en la pobreza en la que vivían, la casa contaban con pocas comodidades y apenas tenían alimentos para ellos pero eso no era un problema porque la familia era generosa y estaban muy contentos de recibir al maestro y su discípulo, así que se organizaron para darles un lugar para que descansen después de comer, cuando estaban compartiendo los alimentos el maestro les preguntó de qué vivían. Ellos respondieron que tenían una vaca. Ella les daba leche. Con esta hacían quesos y manteca. Vendían todo en el pueblo y así conseguían para vivir.
El maestro guardó silencio. Luego les aviso que él, y su discípulo, se irían muy temprano. Agradeció por su benevolencia, los alimentos y albergue. Después se fue a dormir hasta que llegó el amanecer y ambos empezaron su viaje. Tan pronto salieron de la humilde casa, el maestro le dijo a su discípulo: “Es hora de que aprendas tu primera gran lección”. Luego le pidió que fuera hasta el establo, desamarrara la vaca y la tomara para llevarla con ellos. El discípulo dudó. ¿Cómo era posible que su maestro le estuviera pidiendo algo semejante? ¿Qué clase de lección era esa de robarle a una familia humilde? Sin embargo, como era su costumbre, obedeció.
Los dos partieron con la vaca. Habían caminado un par de millas cuando llegaron a un lugar lleno de riscos y en donde también había un barranco. Entonces el maestro le pidió al discípulo que arrojara a la vaca por el barranco. Nuevamente el discípulo dudo. ¿Era malo su maestro? ¿Qué sacaba con hacerle semejante daño a esa familia? En ese momento el alumno ignoraba el sentido de esta historia con moraleja.
El joven hizo lo que le pidió su maestro. Tomó a la vaca, y haciendo un gran esfuerzo cumplió con las órdenes de su maestro. Los dos prosiguieron su camino. El maestro sonreía y el discípulo no sabía por qué. Tampoco entendía qué clase de lección le estaba dando.
Maestro y discípulo recorrieron después muchos lugares. En cada uno de ellos, el joven alumno aprendió muchas lecciones sobre los secretos de la vida. Pasaron varios años y el sabio pensó que la etapa de formación llegaba a su fin. Entonces decidió volver a pasar por esa casa donde habían sacado la vaca, y saber que fue de esa familia, al llegar al lugar el discípulo recordó nuevamente todo aquello que hasta ese día lo atormentaba porque ambos dejaron sin sustento a esos seres que fueron tan amables con ellos y era la única lección que no pudo entender hasta ese momento.
Llegando al lugar, se encuentran con una hermosa casa con campos fértiles y llenos de huertos y pájaros cantando. Con temor toca a la puerta el discípulo y la misma familia salió felices a recibirlos estaban contentos de verlo. Le contaron que la vaca había desaparecido, justo después de que ellos habían pasado por allí. La necesidad les había obligado a trabajar los campos para sembrarlos cuando empezaron a tener más alimentos decidieron venderlos en el pueblo y eso los ayudo a progresar. El joven entendió entonces la enseñanza de su maestro. Era en verdad una gran lección. Los dos volvieron al monasterio el joven estaba tranquilo y feliz.
Reflexionando esta historia nos lleva hacernos preguntas: ¿Cuántas vacas atadas tenemos en la vida? ¿Cuántas veces soportamos el peso del maltrato ya sea en una relación familiar, romántica, de trabajo o por limitaciones económicas? ¿A qué le tenemos miedo? Tal vez sea hora de aprender a desapegarnos y soltar los obstáculos que se presentan en la vida, transformando esas relaciones para encontrar un verdadero sentido a nuestra existencia.
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