Esa voz que resuena cuando quedamos en silencio a veces en momentos de incertidumbre, a veces con miedo, desesperanza que nos aturde quitando la paz, pero si podemos por un momento salir de esa identificación errónea, permitir resonar la melodía que llevamos en nuestro interior, se encenderá esa luz que activa el poder de discernir y comprender el proceso que está impulsando una nueva transformación.
Cada cual decide prender o no esa luz interior, a veces como punta de lanza abrimos nuevos caminos, otras veces alguna generosa alma como una lámpara deja huellas lumínicas para que sea más fácil transitar el viaje. Mahatma Ghandi decía: “Si en tu interior hay luz, dejas abiertas las ventanas de tu alma por medio de la alegría, todos los que pasan por la calle en tinieblas serán iluminados por tu luz”.
Estos momentos que vivimos posiblemente sea para activar nuestra luz interior y confiar en ella. Esa luz que tenemos todos que Eduardo Galeano supo plasmar tan bien en “Un mar de fueguitos” (El libro de los abrazos) nos incita a reflexionar y sumar nuestra luz. Ese relato dice:
Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
Y a la vuelta, contó.
Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana.
Y dijo que somos un mar de fueguitos.
– El mundo es eso – reveló -.
Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.
No hay dos fuegos iguales.
Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores.
Hay gente de fuego sereno que ni se entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas.
Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros, otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
Imágenes: la de portada es del Festival de Linternas (China). La otra es prestada de Internet.
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