Cada año renace simbólicamente en nosotros el amor incondicional de Jesús, el reencuentro con nuestros seres queridos es para festejar y recordar las virtudes que todos los seres humanos tenemos en nuestro corazón, cultivarlas con dedicación es el desafío más importante a realizar en nuestra vida.
La Nochebuena y la Navidad es para muchos el renacer la energía cristica, esa luz esencial que ilumina y despierta nuestra verdad espiritual. Ese niño iluminado, Joshua, para muchos es una presencia que vive en nuestro corazón que nos conecta con el amor, la paz, la compasión, la esperanza. Como un hermano fraterno que vino a despertar el poder del amor en cada uno de nosotros. Elegir enlazarnos a esa energía cristica es una decisión personal, no es religiosa, ni social, ni política, podemos creerlo o no, pero el mensaje de Jesús trascendió en el tiempo y a pesar de todos los obstáculos, sacrificios, su amor fue transformador en los que día a día cultivan el amor compasivo y de servicio. Cuando esa luz cristica ingresa despejamos las sombras de la mente y todo empieza a tener sentido desde un lugar más amoroso soltando la ignorante creencia que nos hace creer que somos diferentes a otros.
Los sabios ancestros en diversas culturas compartieron que el amor esencial tiene pureza, paz, y se manifiesta cuando tomamos conciencia del verdadero sentido de la vida eligiendo conectar nuestro corazón y nuestra mente a la sintonía universal, en ese elevado estado vibracional Jesús hacia sus milagros, Buda logró la iluminación y tantos virtuosos conectaron con su esencia iluminada.
Vibrar en esa luz, es posible, podríamos empezar haciendo el mayor esfuerzo en nuestros roles como hija/o, madre/padre, hermana/o, novia/o, esposa/o, amiga/o, así como también con compañeros de trabajo, con vecinos, en el barrio, en el país, en el planeta y más allá de las estrellas ya que la conexión puede ser inmensa. ¡Felicidades! G.N