Un día, un duque salió de caza al bosque, acompañado por un séquito de numerosas personas, entre hombres de armas y sirvientes. Entonces se encontraron con un árbol en cuyo tronco había dibujado una diana, con círculos que se estrechaban. En el centro, vio clavada una flecha. El duque se sorprendió y dijo:
– ¿Quién será el fino arquero que consiguió dar con esta flecha en el blanco de forma tan exacta? ¡Me encantaría conocerle!
Siguieron caminando algunos kilómetros cuando de pronto se encontraron con un niño pequeño que llevaba en su mano un arco y unas flechas. El duque le preguntó, y el niño reconoció que había sido él el que clavó las flechas en el árbol.
– ¡Qué maravilla!- exclamó entonces el duque- ¡Con lo pequeño que eres! Pero, espera… ¿No será que te acercaste a la diana para dar en el blanco, no?
– No, señor- dijo el niño- Lo cierto es que disparé desde bastante lejos. ¡Lo juro!
– ¡Increíble!- dijo entonces el duque- Desde ahora te admito a mi servicio. Formarás parte de mi séquito de caza. Pero, dime una cosa… ¿cómo has conseguido esa asombrosa puntería?
– Muy fácil- contestó entonces el niño con mucha naturalidad- Primero disparé la flecha y luego pinté la diana alrededor.
Autores: Jack Cohen y Ian Stewart
Reflexión: Cuantas veces los adultos nos encontramos haciendo juicios por la apariencia de una persona o situaciones y con el tiempo la vida nos muestra lo equivocado que estábamos. Sin embargo la simplicidad de un niño puede ser la punta de lanza que abre alternativas creativas y resolutorias, mirar como un niño tal vez ayude a tener un lente más puro y simple.
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