El psoas es un músculo profundo que estabiliza el cuerpo humano dado que conecta columna vertebral con las piernas. Por eso afecta nuestro equilibrio estructural e influye a su vez en el funcionamiento de los órganos del bajo abdomen. Por su composición nos permite una gran amplitud de movimientos.
El psoas conecta la columna vertebral con las piernas y es el responsable de mantenernos de pie. Está dividido en dos, mayor y menor y a su vez trabaja con el ilíaco por lo que muchas veces se denomina psoas ilíaco a este complejo de músculos cuya acción coordinada nos permite cuestiones esenciales como levantar las piernas para caminar y estabilizar la columna vertebral y proporcionarle apoyo al tronco. A su vez forman un buen apoyo para los órganos abdominales.
Por el modo en que se desenvuelve podemos considerar al psoas como un órgano de percepción compuesto por tejido bio-inteligente que encarna nuestros deseos más profundos en lo relativo a la supervivencia. Es así un importante mensajero para el sistema nervioso central, como una especie de portavoz de emociones profundas. Esto se debe a que el psoas está conectado con el diafragma a través del tejido conectivo por lo que se ve afectado cuando respiramos. Recordemos que nuestro modo de respirar se modifica inconscientemente con las emociones. Lo bueno es que podemos invertir dicha ecuación, ¡modificando nuestras emociones con la respiración!
Una vida llena de estrés genera mucha adrenalina, y cuando eso sucede se tensa el psoas. El estrés nos prepara para correr, pelear y en casos encogernos con intención de protegernos. La postura de sentado también mantiene dicho músculo en flexión constante.
Si mantenemos el psoas en tensión constante debido al estrés el músculo comenzará con el tiempo a acortarse y a endurecerse. El resultado afectará nuestra postura, pero también las funciones de los órganos del abdomen. Posiblemente los primeros síntomas sean dolores de espalda, ciáticas, menstruaciones dolorosas o problemas digestivos pero también podría dar como resultado una degeneración de la cadera o problemas vertebrales.
Pero esto no es todo, un psoas en tensión envía señales al sistema nervioso. El resultado será que los fluidos no se moverán de modo normal y saludable y además nuestra respiración podría quedar en el plano diafragmático. Cuando el psoas está en tensión crónica enviará señales de peligro a todo nuestro organismo, y el resultado podría hacer que afecte a las glándulas suprarrenales y vaya agotando al sistema inmunológico.
Esta situación se agrava, como decíamos más arriba, por la forma de sentarnos y nuestros hábitos diarios que limitan mucho los movimientos naturales para los que los seres humanos estamos preparados.
Un psoas liberado alarga la parte delantera de los muslos y permite a las piernas y la pelvis moverse con mayor fluidez e independencia. También mejora la posición de la columna vertebral y de todo el torso. Como consecuencia mejoran las funciones de todos los órganos.
Por eso podemos decir que cuando cuidamos, elongamos y fortalecemos nuestro psoas se reaviva todo nuestro organismo y nuestra fuerza vital.
En algunas filosofías orientales al psoas se le define como el “músculo del alma”. Cuanto más flexible y fuerte esté el psoas, más podrá nuestra energía vital fluir a través de nuestro organismo. Un psoas sano y desbloqueado permitirá que mantengamos un soporte estable y firme desde el centro de nuestra pelvis, para que la columna vertebral desconstracturada y estirada permita el fluir de la energía entre el cielo y la tierra.
Cómo elongar, relajar y tonificar el psoas
Una sesión de yoga donde trabajemos nuestro cuerpo va a estar impactando positivamente en el psoas. Primero y principal con la respiración completa, que va alivianando las tensiones del diafragma haciendo ese músculo divisorio entre los órganos superiores de la caja y los inferiores. Como decíamos más arriba, cuando el psoas está tenso impactará sobre el diafragma a través de la fascia enviando señales de tensión que podemos alivianar mediante la calma y una respiración profunda.
Luego habrá movimientos y posturas (asanas) que impactarán de mayor o menor medida sobre el psoas. Muchas haciendo foco mayor en otros músculos, como en el caso de la cobra (bujangasana) que elonga todo el recto abdominal en primera instancia, comprimiendo la espalda baja, pero que también beneficiará al psoas. Sucede algo similar con, por ejemplo, el camello (ustrasana) donde si bien se estira algo el psoas éste no el protagonista.
Hay algunas posiciones muy puntuales para impactar mejor sobre este músculo. Una que recomendamos es colocar un rodilla atrás en el suelo mientras la planta del pie de adelante queda bien adelante, incluso con el pie adelantado más al frente que la rodilla de la misma pierna. Luego la idea es mantener el tronco erguido como buscando con la cadera el talón del pie de adelante como muestra la figura de al lado.
Un paso más avanzada en esa línea sería tomar con una mano el pie de atrás (colocando algo suave bajo esa rodilla) y llevar suavemente ese pie hacia el glúteo, pero sin tratar que toque (dado que dejaría de impactar en el psoas pasando el estiramiento únicamente al cuádriceps). Véase la figura con el esqueleto.
Esta tiene muchas variantes, misma mano, mano cruzada o más avanzada aún, exigiendo más equilibrio: enlazando el pie de atrás con una cinta o un elástico que luego tomamos con ambas manos elevándolas hacia arriba.
En cuando al trabajo ya más de rehabilitación un kinesiólogo puede comenzar con dar alguna postura incluso más liviana que las de arriba. Pero luego suelen trabajar también con una pierna colgando (o amarrada con un cinto abajo) desde la camilla con el cuerpo acostado boca arriba mientras la otra pierna se flexiona hacia el pecho. Si tensamos rodilla de la pierna de la pierna que cuelga se ampliará el arco aislando aún mejor el psoas. Véase dibujo.
Como verán tenemos diferentes modos de acceder a este maravilloso músculo del alma, que por todo lo expuesto anteriormente conviene, y mucho, mantener en buen estado.
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