¿Meditar o relajar?

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Hay una idea altamente divulgada donde podemos confundirnos pensando que meditar es “dejar la mente en blanco” y que eso se hace de modo relajado, sin esfuerzo, como un disfrute sensorial.

En esta nota queremos compartir lo que entendemos implica meditar, en contraposición a otros modos de estar en quietud, de ahí el título. Primero que nada aclarar que cualquiera sea el modo de llegar a la quietud siempre es positivo, en especial en personas activas que necesitan detenerse, descansar, reflexionar y reponerse. Para ellos, relajarse escuchando música o simplemente mirando el techo es excelente.
Entendemos que meditar es quitarle el mando a la mente para recuperarlo desde la consciencia. Pero dado el grado de agite que suele tener nuestro “mono loco” (la mente) que salta de rama en rama (de pensamiento en pensamiento) es que el yoga ha ofrecido una serie de distractores para que ésta se detenga lo más posible y pueda aflorar el observador interno, nuestra consciencia. Ellos comparan esa distracción (japa) con una rama que se le da a un elefante para que sostenga en la trompa mientras pasa a través de un bazar con la intención de evitar que con ésta toque todo y rompa cosas. Uno bien básico y natural sería concentrarnos en nuestra propia respiración aquí y ahora. En Vipassana es la primera técnica que se enseña y en el idioma pali se llama anapana e implica observar el aire que entra por los orificios de entrada de la nariz hasta que deja de entrar y comienza a salir, y así sucesivamente. Toda la atención en eso.
El meditador presentará pensamientos que buscarán tomar protagonismo y su única función en ese momento será dejarlos pasar, sin luchar, para seguir enfocado en la entrada de las fosas nasales con el aire que entra y el aire que sale.
Luego de muchas horas de meditación se notará como esos pensamientos van marcando ciertas tendencias en nuestra persona y podremos analizarlos. Eso ya en otro plano y en otro momento, el del pensamiento reflexivo con intención de autosuperación psicológica y, por qué no también, espiritual. Ese momento por lo general también suele solicitar quietud. Y en una de esas también la posibilidad de anotar.
La técnica de meditación podrá variar (uno podría concentrarse en un mantra o una figura geométrica, yantra, u otra cosa), pero la concentración siempre está y nos conduce al autodescubrimiento.
En los centros Vipassana insisten durante la meditación en que no nos detengamos ni en el disfrute ni en la aversión, dado que ambos son distractores.
Por eso proponemos distinguir lo que es pensar con nuestra mente, o lo que es relajar y dejarla divagar, en contraposición con lo que implica meditar que es prácticamente observarla y domesticarla porque lo que quiere el meditador en última instancia es que nuestra vida la dirija la consciencia y no la mente del ego. Eso está muy bien descrito en la “Parábola del carruaje” donde los caballos representan las emociones, el carruaje el cuerpo, el cochero el intelecto y el viajero la consciencia. El destino lo debería determinar el viajero, el cochero lo asiste manteniendo a raya la fuerza bruta de los caballos mientras el carruaje lo transporta por ese viaje que es la vida.

 

Imagen: Wall.alphacoders.com


 


Patanjali
Entre los ocho pasos de Patanjali hacia la iluminación la mitad están dedicados a lo que acá llamamos meditación. Pratyahara es la abstracción de los sentidos, dharana que significa concentración, dhyana que sería la meditación propiamente dicha y samadhi que es cuando uno hace consciente el estado de unidad.

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